Este blog nace para contar la historia de los pueblos de la comarca de Torrijos a través de imágenes y microrelatos.

domingo, 26 de marzo de 2017

GERINDOTE. SEGUNDA REPÚBLICA





PRIMER BIENIO REPUBLICANO EN GERINDOTE (1931-1933)



El cambio de régimen que todos añoraban se realizó sin grandes traumas en Gerindote. Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 significaron el fin de la monarquía de Alfonso XIII y la proclamación de la Segunda República en España. Esta convocatoria electoral se convirtió en un verdadero plebiscito acerca del régimen político: monarquía o república; algo que en principio no estaba previsto. Los monárquicos sufrieron una fuerte derrota en las ciudades, pero no en las zonas rurales. En realidad, en los pueblos pequeños las elecciones no tuvieron un marcado cariz político, sino más bien administrativo. De ahí que en muchos ayuntamientos los concejales fueran nombrados por el artículo 29 de la ley electoral. Se presentaban igual número de candidatos que de concejales correspondían al municipio y ya no era necesario votar
          La población de Gerindote vivió la proclamación de la II República con gran expectación y la bandera tricolor ondeó en un ayuntamiento que, durante las primeras semanas, fue gobernado por un terrateniente monárquico: Juan Francisco Sánchez de Rivera.
El último alcalde del reinado de Alfonso XIII,  Valentín Rodríguez Gómez Olmedo, junto con sus hermanos, Sebastián y Federico, se presentaron a las elecciones del 12 de abril de 1931 en compañía de los mayores hacendados de la localidad, entre ellos el señor Sánchez de Rivera.
Estos viejos dinásticos tenían como únicos  rivales políticos a la candidatura republica-socialista que, después de tantos años de dictadura, también aspiraban a aproximarse a la Corporación. Pero sus líderes, Cipriano Gutiérrez y Adrián Rodríguez Calvo, eran aún inexpertos. Ignoraban los entresijos de la política municipal porque durante la anterior etapa absolutista no tuvieron oportunidad de acceder al Ayuntamiento.   Pero, como en tantos pueblos de la provincia, no se celebraron elecciones y los candidatos se trasformaron en concejales. Al ser los conservadores mayoría designaron como alcalde a Juan Francisco Sánchez de Rivera.(1)
          Pero el día 20 de abril de 1931, el gobernador publicó en el Boletín Oficial de la Provincia la siguiente notificación:

 Según instrucciones recibidas del Gobierno de la República, ante las protestas y reclamaciones formuladas, en las localidades toledanas donde se hayan falseado las elecciones municipales, deberán ser impugnadas antes del día 25 de los corrientes, acompañado los medios de prueba en que se fundamente la misma.

          En más de setenta localidades toledanas que impugnaron el resultado, se repitieron elecciones el día 31 de mayo de 1931. La izquierda gerindotana no estuvo atenta a los plazos establecidos, o por cualquier otro motivo, no formularon la preceptiva alegación para repetir los comicios. Por ello siguió como alcalde el señor Sánchez de Rivera, aunque su efímero mandato duraría sólo unas semanas.
          El 27 de junio de 1931, el primer mandatario municipal fue obligado a dimitir ante la presión  de la Sociedad Obrera La Unión, a cuyo frente se encontraba el moderado socialista Cipriano Gutiérrez Martín, quien sería su sustituto. Al igual que su antecesor, ninguno de los dos fue elegido democráticamente por el pueblo. (2)
          Este extemporáneo cambio de alcalde reflejaba el sentir de la población, en su mayoría jornaleros del campo. Sin embargo, las maneras empleadas por estos obreros para provocar su renuncia, empuñando hoces y bieldos en la puerta del domicilio del primer edil, sólo son entendibles desde el convulso contexto histórico en el que se produjeron.
 Gerindote era un pueblo, como la mayoría de la provincia, con grandes desigualdades económicas y altas tasas de analfabetismo. Estas disparidades sociales alimentaron el resentimiento de los más pobres dedicados al trabajo temporal en el campo, con graves problemas de subsistencia y con 400 de ellos en paro. Una tierra, en su mayoría, propiedad de aristocráticas familias forasteras que sólo pasaban por Gerindote para buscar ojeadores para sus cacerías. También el primer edil saliente, perteneciente a la adinerada familia Sánchez Rivera, era titular de la extensa finca La Casa Nueva. Y un pariente de éste, Eduardo Díaz Prieto, presumía “de que montado en su caballo podía desplazarse desde Gerindote hasta Albarreal de Tajo sin atravesar otras fincas que no fueran de su propiedad”.(3)
En Gerindote la propiedad de la tierra marcaba las diferencias sociales. En esta localidad un 71% de la población (2.129 habitantes en 1930) trabajaba para la agricultura y ganadería, y  un 61,5% era mano de obra asalariada. Un jornalero con azada ganaba cinco pesetas diarias (aproximadamente lo que costaba una arroba de garbanzos). La legislación republicana trató de paliar este problema.
          La República promulga las primeras normas de su Reforma Agraria con la finalidad paliar esta desigual distribución de la tierra. El decreto de Arrendamientos Colectivos, de mayo de 1931, es acogido en Gerindote con la esperanza de dar solución al  desempleo. Acogiéndose al mismo, el Ayuntamiento acuerda en pleno el arrendamiento de las fincas La Dehesilla, propiedad del duque de Teba; Azoberín, cuyo titular era Caslos F. Falcó Stuart, duque de Peñaranda y otras de Arturo Taramonas. Se hicieron lotes de 30 fanegas, además de una yunta de mulas y aperos, para que fueran explotadas por setenta trabajadores pertenecientes a la Sociedad Obrera. Esta experiencia comunitaria se mantuvo hasta 1936, a pesar de que en 1934 existió una Corporación presidida por Pedro Rivera, de signo político contrario.(4)
          El máximo mandatario municipal, Cipriano Gutiérrez, bajo cuyo gobierno se potenciaron estos avances laborales fue un gran impulsor de la reforma agraria en la villa, que tanto favoreció a los braceros del campo. Pero éste prudente alcalde, propietario de clase media, antiguo miembro del Somatén, católico y padre de diez hijos, pronto se vería sobrepasado por los vertiginosos cambios que la República iba impulsando.
Los jornaleros de la Sociedad Obrera, y sus dirigentes, a cuyo frente ya se encontraba Adrián Rodríguez,  querían una perfecta sincronización entre ésta y la Corporación municipal. Y sobre todo desean eludir al secretario titular del Ayuntamiento, Manuel Ipola, de ideología política contraria. Sin embargo, Cipriano no era de esa opinión. Quería evitar, sin conseguirlo, por ello presentó su dimisión, que las decisiones municipales se tomaran en el Ayuntamiento y no  en la sede de la Casa del Pueblo, a pesar del estorbo que para todos suponía la presencia del secretario derechista.(5)
          Tenía Adrián Rodríguez 48 años y ocho hijos a los que alimentar cuando llegó a la alcaldía de Gerindote a finales de 1932. Este obrero del campo, socialista convencido, era el líder indiscutible de la izquierda gerindotana. Pero el talante moderado y pacificador del nuevo primer edil no pudo evitar pequeños enfrentamiento que El Castellano, narraba así:
         
“El vecino de Gerindote José Marugán Rivera ha denunciado a la Guardia civil que cuando iba a trabajar a la finca La Casa Nueva fue coaccionado por sus paisanos. Éstos, Juan Rivera Garoz, Críspulo Pulido Molina, Clemente Rodríguez Rodríguez, Julián Béjar Ceneda y Carlos González Calvo fueron detenidos por apalear al denunciante. Se afirma que los promotores del hecho son los dirigentes de la Sociedad  Obrera. Todos estos incitaban a proceder contra los obreros que se negaban a asociarse a la misma, como en el presente caso”. (6)
La explicación a este suceso debemos buscarla en el decreto de Arrendamiento Colectivos que el Ministro de Trabajo, Largo Caballero, promulgo para intentar atajar el problema agrario. Se establecía que las Sociedades Obreras legalmente constituidas podían concertar un contrato de arrendamiento colectivo.  A la vista de la citada norma, el obrero agrícola ya tenía otra obligación más, la de afiliarse a las Sociedades Obreras para poderse beneficiar de aquella. Esta fue una leyenda negra que siempre persiguió a Largo Caballero durante el primer bienio republicano, que atribuía a sus reformas el propósito de favorecer a la UGT y hacer del sindicato socialista una agencia de colocación encubierta.
En el año 1932, otra manifestación obrera acabó en la plaza de Gerindote, frente a la fachada del caserón del derechista Pedro Vázquez. Éste, junto su hermano Avilio, se parapetaron con armas de fuego en sendas ventanas para amedrentar a los manifestantes que, pertrechados con bieldos y hoces, arrojaban piedras a la fachada de su vivienda. Como hubo un herido leve, los autores fueron detenidos y, andando, conducidos por la Guardia Civil hasta Torrijos, ante la alegría de los huelguistas.(7)
          Otras veces eran los patronos quienes provocaban los conflictos. El gobernador de Toledo, en enero 1932, propuso la imposición de una multa de 1.000 pesetas a varios propietarios de Gerindote por desobedecer un acuerdo sobre jornales aceptado por la representación patronal. Los sancionados eran: el ex alcalde Juan Francisco Sánchez de Rivera, Dorotea Navarro, Eusebio Martín, Lucio Rodríguez, Epifanio Díaz, Dionisio Rodríguez, Abilio Vázquez y Santiago Vázquez. El conflicto debió solventarse amistosamente tras una visita de patronos y obreros al gobernador civil, y el periódico El Castellano imputó la controversia “a las restricciones perturbadoras del decreto de Términos de 28 de abril. (8)
(8) Periódico El Castellano, edición de fecha   30 abril-1932.


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(1) Libro de actas del Ayuntamiento de Gerindote (sesión 16 abril 1931)
                      (2) Libro de actas del Ayuntamiento de Gerindote (sesión 27 junio 1931). Existe una hoja suelta grapada al libro, firmada por el cesante, que recoge la obligada dimisión.
 Testimonio del vecino nonagenario Eugenio Ruano Camarena: “La mayoría de los gerindotanos eran de izquierdas y no querían a un alcalde de derechas. Todo culminó un día en el que un gran número de personas, en tono poco pacífico, se concentraron en la casa que el alcalde monárquico tenía en la misma plaza. Salió asustado de su domicilio y personalmente entregó el bastón de mando a los cabecillas de la manifestación. Después fue a firmar su dimisión al Ayuntamiento”. Entrevista realizada el 26 de mayo de 2009.
(3) Esta frase pronunciada repetidas veces por Eduardo Díaz Prieto, acuñada en la memoria de las personas más ancianas de la villa, ha sido transmitida por éstas a sucesivas generaciones.
(4) GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo.  Pregón de Fiestas de Gerindote. Año 2004.
(5)   Libro de actas del Ayuntamiento de Gerindote.  Existen varias observaciones, transcritas al libro de actas por el citado secretario, en la que sugería a los miembros de la Corporación que deberían diferenciar las competencias de ésta y las atribuidas a la Casa del Pueblo.(sesiones 25 noviembre 1931; 14 de mayo de 1932).
(6) Periódico El Castellano, edición de fecha   26 septiembre 1933.
               (7) Testimonio de María Robles: “ Los huelguistas hicieron un pasillo a mi novio Pedro y su hermano hasta las afueras del pueblo, camino del cuartel de Torrijos. Los detenidos iban esposados y acompañados por un cabo de la Benemérita, llamado Bonache, recibiendo insultos. Pero como éste guardia era amigo de mi novio, le dijo: “¡Pedro, si se lanzan a por ti, quítame la pistola! Una vez celebrado el juicio, fueron condenados a indemnizar al herido y una pena accesoria”. Entrevista realizada el 16 de junio de 2009.
(8) Periódico El Castellano, edición de fecha   30 abril-1932.






                                  

           

Caño Viejo de Gerindote hacia 1916. Fotografía de Charles Clifford.

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